martes, 31 de diciembre de 2013

LA SOLEDAD - Charles Baudelaire

Un gacetillero filántropo va y me dice que la soledad es
mala para el hombre, y para apoyar su tesis cita, como todos
los impíos, las palabras de los Padres de la Iglesia.
Bien sé qe el Demonio gusta de frecuentar los parajes
yermos y que el Espíritu criminal y lúbrico fermenta a placer
en las soledades, mas bien podría ser que esta soledad
sólo entrañara peligro para el alma ociosa y errabunda que la
puebla con sus pasiones y sus quimeras.
Cierto es que un charlatán, para quien el culmen del
placer consiste en hablar desde lo alto de un púlpito o de
una tribuna, casi con toda seguridad enloquecería en la isla
de Robinsón. No pretendo exigirle a mi gacetillero las
esforzadas virtudes de Crusoe, sólo le pido que no declare
culpables de antemano a los enamorados de la soledad y del misterio.

Hay entre nuestras razas vanilocuentes individuos que le
 harían menos asco al suplicio supremo si se les permitiese
dirigir desde lo alto del cadalso una copiosa arenga,
sin temor a que los tambores de Santerre les dejaran intempestivamente
con la palabra en la boca.
No los compadezco, porque intuyo que sus efusiones
oratorias les procuran goces comparables a los que otros
extraen del silencio y el recogimiento, pero los desprecio.

Si algo deseo, es que mi maldito gacetillero me deje divertirme
a mi antojo < ¿Es que no siente usted nunca- me dice,
con un deje gangoso sumamente apostólico- la necesidad
de compartir sus momentos de gozo?> ¡Pues no que este
sutil envidioso, sabedor de que desdeño los suyos, viene
a inmiscuirse en los míos, el miserable aguafiestas!
<¡Èsa gran desdicha de no poder estar solo!...>
reza un pasaje de La Bruyère, comopara avergonzar
a todos aquellos que corren a olvidarse en la muchedumbre,
temerosos sin duda de no poder soportarse a sí mismos.

<Casi todas nuestras desdichas provienen de no haber sabido
quedarnos en nuestra habitación>, dice otro sabio, Pascal, creo,
propugnando así la celda del recogimiento frente a todos esos
enloquecidos que persiguen la dicha en medio del tumulto,
en una prostitución que llamaría yo fraternitaria,
por decirlo en términos de la bella lengua de mi siglo.




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