domingo, 1 de junio de 2014

J. Velaza - Desnuda

Desnuda tú, la noche cicatriza
como restablecida por un bálsamo.
Mi miedo tiene miedo y huye a guarecerse
en la cueva sinuosa del recuerdo.

Desnuda
tú, se instaura un dominio tranquilo, ese oasis
regado por el dócil caudal del abandono.

Las cosas son allí como las cosas
habrían de ser, pan es el pan y el vino
adormece el dolor de la vida que me punza
como plaga intestina de alfileres.
Allí mi patria es sólo tu perímetro,
y no hay pleamar que venga a zozobrarme,
y allí se acaba todo y todo empieza y todo
permanece.

Así las cosas,
desnuda tú.

Pero después te vistes.
Cuánto aborrezco yo que tú te vistas,
que te vayas poniendo una a una
esas abominables prendas del desconsuelo
-tus bragas del pánico, una blusa
color incertidumbre, calcetines
de guerras y la falda
inconsútil de la ofuscación-.
De mundo te me vistes, de catástrofe,
y debes de saber que lo detesto,
porque usas de un sigilo escrupuloso entonces,
y yo me hago el dormido y me pregunto
qué males cometí para tanta condena,
qué inicua ley es esta que le pone
tasa a tu desnudez y a la alegría.

Hay que hacer perdurable este espejismo.
Tenemos que excavar un foso a dentelladas
y erigir con las uñas murallas colosales.
Y yo seré un ejército sanguinario.
Y haremos
de esta pequeña cama una trinchera
donde tú estés desnuda para siempre.